Reseña

El autor Fiérix (nombre artístico de Félix Montes de Oca) no es nada convencional. Al igual que podría ocurrir con Dalí o Andy Warhol, Fiérix usa su propia vestimenta y personalidad para llamar atención y lo mismo ocurre en el proceso creativo de cualquier obra literaria, pictórica o de cualquier índole. No olvidemos la entrevista en la que se comunicó solo a base de ladridos. O la presentación de su segundo libro, donde estuvo 10 minutos peinándose la barba en silencio, sin articular una sola palabra.

Según cuentan, para encontrar la inspiración en su último libro “Hielo en el Congreso” estuvo durante cien noches bailando desnudo por diferentes montes y parques en lo ancho de España. Todos teníamos mucha curiosidad de ver el resultado de este proceso. Se dice la cuantía económica de multas por escándalo público ascendió a los más de 25.000 euros, que pagó en monedas de un céntimo solo para fastidiar, pero no sabemos cuánto hay de cierto en esto.

Pues bien, una vez leído su enigmática obra, solo puedo decir una cosa: Estoy tremendamente desconcertado.

El protagonista es Alexis, un joven desempleado y agorofóbico que no sale de casa ni para comprar el pan. Y que va entablando relación con los objetos de su entorno. Dedica un par de capítulos a tener entretenidas conversaciones con la cafetera, con la planta de plástico de la entrada, con el patito de goma del baño… La parte en la que mantiene relaciones sexuales con la tostadora reconozco que es lo más perturbador.  Al principio pensé que tendría algún tipo de simbolismo concreto, propio de este tipo de artistas conceptuales. Pero ahora creo que simplemente iba asociando objetos con acciones por puro azar. ¿Es esto lo que llaman surrealismo?

Así que, viendo la cantidad de cosas extrañas solo al comienzo de la novela, no te sorprendes en absoluto de ver ese ejército de pingüinos amaestrados que tiene, para que le hagan recados del tipo ir al supermercado o comprar la revista Playboy (me sorprende que sea la revista Playboy y no una revista de propaganda de electrodomésticos). Y tampoco sorprende que el primer impacto sea que uno de los pingüinos intente matarle una noche, con una metralleta. Bueno, algo sí sorprende. Pero cuando ya estás en un entorno tan estrafalario, ya nada te sobresalta más que el resto. Porque todo es una extrañeza tras otra.

Pero ya cuando Alexis descubre que el pingüino que lo ha querido asesinar en realidad es un robot con forma de pingüino que ha sido infiltrado por el gobierno para destruir un secreto que él posee… Bueno, allí ya me pareció estar leyendo algo de humor del estilo de Douglas Adams.

Y la cosa no acaba aquí. Como necesita salir de casa para salvarse pero su trauma psicológico está muy fastidiado (entre desoladora y humorística la escena en la que quema su propia casa para obligarse a salir y acaba perdiendo un par de dedos, siendo tragados por uno de sus pingüinos), acaba haciendo continuos allanamientos de morada, corriendo de casa en casa con extrema urgencia, intentando pisar la calle lo menos posible. Y descubrimos que lo que verdaderamente le asusta es el color del cielo, en todas sus tonalidades. Tampoco quiero desvelar mucho de esta parte, porque esto es algo que le dará muchas vueltas a lo largo de la trama y una excusa para determinados contenidos filosóficos, pero decir que hay unos poemas en mitad del argumento que no los acabo de entender. Podrían parecer canciones como las que pondría Tolkien en el Hobbit, pero en este caso carecen de justificación.

Entonces pasa del humor negro a la más absoluta violencia sádica. Ni en Funny Games he visto una crueldad semejante. Y no lo entiendo. Al protagonista se le veía muy miedoso, pero con una alta moral. ¿En qué momento se convierte de repente en un ser atroz y despiadado? Me parece que su transformación transcurre demasiado brusca, que solo la pone para movilizar la trama. O quizás, coincidió este cambio en la personalidad de Alexis con algún altercado violento de Fiérix con algún policía, en una de sus noches en bolas por algún parque, vete a saber.

La violencia cada vez es más intensa, hasta estallar un gran conflicto bélico: el protagonista contra Las Fuerzas Armadas Españolas. Y aquí Alexis, después de declarar la guerra, aprovecha para dar un discurso con un megáfono, dando un apoyo explícito a la Cienciología. Quiero pensar que esto último es una coña del autor, aunque tengo mis dudas.

El final no quiero desvelarlo, pero os tranquilizo diciendo que el humor vuelve, o al menos eso creo. No puedes tomarte muy en serio el usar a los pingüinos como balas de cañón, y menos cuando estos salen totalmente ilesos de cada impacto, volviendo a donde está Alexis en un descapotable rojo ¿De dónde sacaron los pingüinos ese descapotable? Además, dedica unas diez páginas a describir todos los aspectos del coche: marca, aspectos del motor, materiales de la carrocería… ¡Hasta el precio y los descuentos! Fiérix, si querías que te regalasen  ese descapotable del que te enamoraste en algún concesionario, existen otras formas, hombre.

En conclusión, me pareció todo un soberano disparate sin sentido. Lo que más me sorprende es que no se parece a ninguna de las otras obras anteriores del autor. No olvidemos que su anterior obra consistía en un grupo de frases inconexas que se supone que eran el resultado de la recopilación de conversaciones escuchadas en el patio interior de su edificio. O esa exposición que organizó, en el que habían un montón de objetos hechos añicos, títulado “Las pertenencias de la puta de mi ex”.

El estilo, las formas, el final… Todo parece hecho por otra persona. Como si se hubiese apropiado de la obra de otro. Espero equivocarme.

blog57


El objetivo esta vez era crear una reseña literaria de un libro imaginario, creado por un autor imaginario. Creo que me he centrado demasiado en describir a este insólito artista, pero me resultaba tan divertido… 

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