Iglú

Esto es lo correcto, estás en el norte.
Ésta es la fecha, esto es lo que marcan las brújulas.
Estos son los bloques de un futuro,
éste es el tope de todo… ¿no?
Pues con amor te digo que guardes
ese contrato mojado sin firmar
en el bolsillo de tu abrigada gabardina;
y dime si sabes qué me conmueve
cuando el sol se despide tras veinticuatro horas.

Ya te diré de entrada que he intentado mimetizarme
con todo aquello que cruza y ha cruzado mi nariz.
No es nada personal, que es lo más grave de todo.
Se trata de rutina, aullido caprichoso y esencia cobarde.

Que si la luz de una lámpara empieza a temblar,
mi piel se erizará y mis labios serán añiles.
Que si la bebida se derrama con un golpe dramático
mi cuerpo se esparcirá por la alfombra hasta fundirse en ella.
Que si la comida se ha quemado por un inoportuno descuido,
la temperatura de mi cuerpo arderá hasta tontear con la muerte.

Si algún día llegas al mismo punto que yo
y los osos polares te dicen enfadados «¿Qué haces?
¡Deja de buscar los sobrevalorados pingüinos!»
Antes de responder, mira tu reflejo en las frías aguas.
Y si te pasa lo que a mí, acicala tu pico antes de partir.